PAJITA, CARBÓN Y HABA

En un pueblo vivía una vez una pobre anciana que quería hacerse un guiso con unas habas. Así que hizo fuego en su cocina y para que ardiese mejor lo encendió con algunas pajas.

Cuando echó las habas al cazo se le cayó una que fue a parar al suelo junto con una pajita. Poco después sató una brasa del fogón y se les unió.

Entonces la pajita dijo:

-Amigos, ¿de dónde vienen?

-Por suerte me he librado del fuego -contestó el carbón-. Si no mi muerte hubiera sido segura.

-Yo también he logrado escapar de milagro -dijo muy satisfecha y feliz el haba-. Si la anciana me hubiese metido en el cazo me habría cocido como a mis amigas.

-Tampoco a mí me hubiera esperado mejor suerte -dijo la pajita-.

Afortunadamente pude escaparme por entre los dedos de la anciana.

-¿Qué haremos ahora? -preguntó el carbón.

-Lo mejor es que nos vayamos y busquemos un lugar apacible y tranquilo para vivir -respondió el haba.

Y los tres emprendieron el camino.

Pronto llegaron a un arroyuelo y, como no había puente, no sabían cómo pasar a la otra orilla. Entonces a la pajita se le ocurrió una idea: se echaría a lo largo sobre el arroyo y el haba y el carbón pasarían por encima de ella como si se tratara de un puente.

La pajita, de este modo, se tendió entre una y otra orilla y el carbón pasó el primero por el puente. Pero cuando llegó a la mitad y oyó el murmullo del agua debajo de él tuvo miedo y no se atrevió a seguir avanzando.

La pajita comenzó a encerderse por culpa del carbón, se partío en dos pedazos y ambos cayeron al agua. El haba, que se había quedado en la orilla, se echó a reír por lo que había visto y tanto rió y rió que reventó.

El haba hubiera perdido la vida si no fuera porque, afortunadamente, un sastre que descansaba junto al arroyuelo la encontró.

Como el sastre era generoso, sacó aguja e hilo, y con mucha habilidad, amor y paciencia la cosió.

Y como el sastre había utilizado hilo negro, desde ese día todas las habas de la Tierra tienen una costura negra.