EL MURCIÉLAGO COBARDE

Hace mucho tiempo, en la sabana africana, un león, rey de los animales, estaba a punto de devorar a su presa cuando un águila, reina de las aves, bajó volando y se la quitó.

-¿Cómo te atreves? ¡En este instante declato la guerra a todas las aves! Las atraparé a todas y las mataré -rugió el león, y a continuación convocó a todos los animales, que eran sus súbditos.

-¡Escuchad todos! De ahora en adelante estamos en guerra con las aves. No dejaremos ni una sola viva -dijo.

-¡Comprendido, majestad! -gritaron los animales. Ellos también estaban enfadados con las aves porque muchas veces ellas les habían quitado la comida.

Cuando cayó la noche y las aves regresaron a sus nidos, los animales comenzaron su ataque. Como las aves no podían ver en la oscuridad, fueron fácilmente derrotadas y salieron huyendo.

El búho, capaz de ver  por la noche, guió a las aves hasta la jungla, donde se encontraban seguras. 

Un murciélado, que había presenciado la escena, dobló sus alas y se arrodilló ante el león. Luego le dijo:

-Como ves, soy pariente del ratón. Por favor, déjame unirme al grupo de los animales.  Lucharé contra las aves, arriesgando mi vida si es precido.

El rey, admirado por las valerosas palabras del murciélado, le permitió unirse a su grupo.

El murciélago fingió luchas como un miembro más del grupo de los animales.

Al amanecer, los animales, que dormían en las llanuras, fueron atacados por las aves. Éstas les arrojaron piedras y nueces que llevaban en sus garras.

-¡Están lloviendo piedras! -gritaron los animales doloridos.

Cuando los animales se agacharon y trataron de escapar de aquella lluvia, las aves les alcanzaron y les picotearon con sus afilados picos.

Los animales corrieron en todas direcciones, gritando:

-¡Socorro!

El murciélago, decepcionado por la derrota de los animales, extendió sus alas y se arrodilló ante el águila, diciendo:

-Como puedes ver por mis alas, soy un ave. Me gustaría luchar contra los animales con vosotros, arriesgando mi vida si es preciso.

El águila, admirando la valentía del murciélago, lo admitió en su grupo.

Durante la siguiente batalla, los monos, que eran muy listos, se pusieron unos cascos hechos con cocos y, montados sobre rinocerontes y elefantes, comenzaron a atacar a las aves arrojándoles flechas.

Las aves huyeron de nuevo a la jungla.

Entonces, el murciélago volvió a unirse al grupo de los animales, y cuando las aves se hicieron de nuevo con el poder, el murciélago se cambió otra vez de bando.

Los animales y las aves al final acabaron por darse cuenta de la cobardía del murciélago. Entonces comprendieron que era una tontería luchar entre ellos, y se hicieron amigos de nuevo.

El murciélago cobarde fue expulsado del grupo de los animales y del grupo de las aves. Dicen que se sintió tan avergonzado que, a partir de entonces vivió oculto en oscuras grutas durante el día, saliendo sólo por la noche, cuando nadie lo veía.

 

Moraleja: Quien cambia continuamente de bando según le conviene, acabará sin amigos.

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