DOÑA TRAVIESILLA
¿Has sido travieso o traviesa alguna vez?
Seguro que algunas veces.. ¿a que sí?
Pues bien, Doña Traviesilla era traviesa a todas horas.
Un domingo por la mañana se despertó y miró por la ventana.
"Parece que hace buen día", pensó. Luego volvió a sonreír y dijo:
-Parece que hace un buen día para ser traviesa. Y se frotó las manos.
Ese domingo Don Señorito daba su paseo matutino.
Doña Traviesilla le tiró el sombrero de la cabeza y saltó sobre él.
-¡Mi sombrero! -gritó Don Señorito.
Esa misma tarde Don Inteligente estaba sentado en su jardín leyendo un libro. Y... ¿sabes lo que hizo Doña Traviesilla...? Pues le rompió las gafas.
-¡Mis gafas! -gritó Don Inteligente.
Mas tarde, Don Pupas andaba por ahí preocupado por sus problemas. Y... ¿sabes lo que hizo Doña Traviesilla esta vez...?
¡Le arrancó sus vendajes y huyó con ellos!
Después los utilizó para vendar a Don Pequeño.
-¡Mrrr...! -gritaba.
¡La verdad es que debe de ser difícil decir algo con un vendaje así!
Don Señorito, Don Inteligente, Don Pupas y Don Pequeño estaban muy, muy, muy, muy enfadados. Pero que muy, muy enfadados de verdad.
-¡Yupi, qué domingo más divertido! -exclamaba entre risas Doña Traviesilla mientras pensaba-. Y todavía ni siquiera es hora de ir a la cama.
Todos los Dones, antes de hacer ninguna otra cosa, se reunieron.
-Tenemos que hacer algo -señalo Don Señorito, que consiguió estirar su sombrero.
Todos miraron a Don Inteligente, que llevaba puestas sus gafas de repuesto.
-Tu eres el más listo -decían-. ¿Qué podemos hacer con Doña Traviesilla?
Don Inteligente pensó... Y dijo:
-No sé, no se me ocurre nada...
-A mí sí -saltó Don pequeño.
Y prosiguió:
-Yo sé lo que esa traviesilla necesita. Y sé además quién puede hacerlo.
-¿Hacer qué? -preguntó Don señorito.
-¿Quién es? -preguntó Don Inteligente.
Don Pequeño rió entre dientes y se marchó a visitar a un amigo suyo, alguien capaz de hacer cosas imposibles. Que podía hacer cosas como hacerse invisible a sí mismo, por ejemplo... Y yo me pregunto... ¿Quién podría ser ese personaje?
Aquel lunes, Don Entrometido estaba durmiendo debajo de un árbol. Doña Traviesilla se deslizó de puntillas hacia él con un bote de pintura en la mano, una brocha en la otra y una gran sonrisa en su cara.
Iba a pintarle la punta de su nariz de color rojo.
Pero en el momento en que iba a realizar este malvado acto... algo sucedió...
-¡Naca! Alguien retorció su nariz. Alguien a quien no veía retorció ruidosamente su nariz.
¡Alguien invisible! ¿Pero quién?
-¡Ay! -chilló Doña Traviesilla. Y soltando el bote de pintura y tirando la brocha, se puso a correr tan rápido como sus piernecitas podían permitírselo.
El martes, Don Ocupado corría ajetreado. ¡Como siempre!
Doña Traviesilla se detuvo junto al borde de la carretera... estiró su pierna..
¡Iba a zancadillearle!
¡Patas arriba y cabeza abajo...!
Pero justo antes de que lo hiciera... algo sucedió.
-¡Ñaca!
¡El invisible retorcedor de narices atacó de nuevo! Y volvió a hacerle daño a Doña Traviesilla.
-¡Ay! -gritó Doña Traviesilla, huyendo de nuevo corriendo, y esta vez incluso más rápido de lo que sus piernas daban de sí.
El miércoles, Don Feliz estaba en su casa viendo la tele.
Desde fuera, Doña Traviesilla cogió una piedra del suelo. ¡Iba a romperle el cristal de la ventana! ¡Qué mujer tan traviesa!
Pero cuando estiraba su brazo para lanzarla... ¿Sabéis lo que pasó? ¡Eso es!
-¡Ñaca!
-¡Ay! -gritó Doña Traviesilla, mientras huía acariciando su nariz dolorida.
Y así sucedió todo el jueves.
-¡Ñaca!
Todo el viernes
-¡Ñaca, ñaca!
Todo el sábado.
-¡Ñaca, ñaca, ñaca!
La nariz de Doña Traviesilla tenía ya un color rojizo brillante. Aunque para el domingo parecía estar curada. ¡No hubo más travesuras!
Todo gracias al invisibles retorcedor de narices.
El domingo, Don Pequeño fue a saludarle.
-¡Hola, Don Imposible! -sonrió-. Gracias por tu ayuda para curar a Doña Traviesilla.
-Fue un placer -rió Don Imposible-. Pero la verdad es que me llevó toda una semana.
Don Pequeño reía también.
-¿Querrás decir toda una señaca, ¿no?.
Roger Hangreaves